jueves, 29 de agosto de 2013

Jack Teagarden, king of the Blues Trombone

"Lo que verdaderamente me molesta es perder a Jack. Ese Teagarden, hombre... Es como mi hermano". Louis Armstrong

Todo empezó por mi interés por el trombón, un instrumento este que siempre ha llamado mi atención por su sonido y su supuesto papel de secundario de lujo. Así conocí al viejo Jack. Uno de los más grandes del Jazz. El hombre de Texas... Trombonista, showman, cantante genial, session man, lider. El músico del estilo que siempre era moderno. Sus amigos le llamaban 'BIG T'.

Weldon Leo Teagarden nació en Vernon, Texas, el 29 de Agosto de 1905 y fue un niño prodigio. A los 10 años llegó al trombón tras aprender a tocar otros instrumentos. Su madre era profesora de piano y su padre era un cornetista aficionado. El nombre de Jack vino después y tenía tres hermanos: Norma, que tocaba el piano, Charlie que tocaba la trompeta y Cub, un buen batería.

A partir de 1918, año en que la familia Teagarden se va a Nebraska, Jack cambia a menudo de domicilio, con sucesivas residencias en Oklahoma City, San Angelo y un primer trabajo estable en la ciudad tejana de San Antonio. Empezaba la fusión de dos influencias muy claras en su forma de ver la música:
a) Los sonidos negros
b) La Música Popular Mexicana

La síntesis de ambas influencias se plasmará en un estilo singular y solitario que despertó en el norte la atención de otros músicos. La técnica tan personal de Jack hacía del trombón un instrumento completamente nuevo. Tocaba como un negro pero era blanco. Sus espejos donde mirarse eran Bix Beiderbecke y Louis Armstrong. Curiosamente, dos trompetistas. Con esta base, Jack se alejaba de todo lo creado por los maestros de Nueva Orleans.

Su aprendizaje se consumó entre 1921 y 1924, con la orquesta del pianista Peck Kelley, allá en Texas. Después empezó a dar vueltas por todo el país, hasta llegar a Nueva York y es contratado por la orquesta de Ben Pollack en Junio de 1928. Sus mejores trabajos de aquellos días no son con esta formación sino con Eddie Condon, de la escuela de Chicago, y con Red Nichols, de la escuela de la Gran Manzana.

Teagarden empezaba a ser conocido por todos en la escena jazzística del momento, y no solo como trombonista sino también como cantante. Su acento tejano y esa voz nasal podían ser desde graciosa hasta romántica, y Jack repetía los solos con su trombón. Notas largas y ritmo perezoso. Esa era su marca. La mezcla entre Beiderbecke y Armstrong.

El 5 de Marzo de 1929, Eddie Condon promovió una sesión con la participación de Jack y Louis como solistas y allí se hicieron amigos, sentando las bases de futuras colaboraciones. Eran el maestro y el alumno aventajado. Sin duda alguna, Armstrong pudo comprobar que Teagarden tenía el Blues.

En diciembre de ese mismo año, Jack toca en unas sesiones con otro grande: Fats Waller, y a partir de ese momento ya empezó a tocar con las futuras estrellas del Swing, Glenn Miller, Benny Goodman, Jimmy Dorsey, Gene Krupa, etc. Sus acentos de blues tejano estaban de moda. Eran los primeros escarceos de las Big Bands de los años 40.

Históricamente, se destacan dos sesiones; una con el gran guitarrista Eddie Lang y el violinista Joe Venuti, acompañados entre otros por B. Goodman. Otra con el saxofonista Adrian Rollini en un homenaje a su otro idolo: Bix Beiderbecke

A Jack se le abrieron las puertas del entretenimiento a lo grande y en aquellos días eso traía un nombre odiado por muchos puristas: Paul Whiteman, el falso reyezuelo del Jazz. Mientras actuaba por la noche en The Three T, un grupo con sus hermanos, Frankie Trumbauer, Benny Goodman o Artie Shaw. Jack Teagarden cantaba como los vocalistas de blues urbano y eso no estaba bien visto entre el público de Whiteman.

BIG T dejó esa orquesta en 1938, justo cuando la revista 'Metronome' le elige entre los mejores. También estaban por allí Bunny Berigan, Harry James, Charles Spivak, Tommy Dorsey, el pesado de Goodman, Hedi Miller, Ray Bauduc y, en fin, sospechosamente, la creme de la creme del Swing blanco. Pero nuestro amigo Jack tenía la cabeza en otra cosa: quería tener su propia Big Band, es decir, el sueño de un músico de jazz.

Esto se cumplió en febrero de 1939. Una Big Band mejor que la de Ben Pollack y Paul Whiteman, sin duda pero sin mucha suerte.

A Jack le gustaba contar con un clarinetista y así recordar sus comienzos. Tocaron con él algunos como Clint Garvin, Danny Polo o Vic Rossi, por ejemplo.

La guerra rompía todos los contratos. Disoluciones. Nuevos músicos y sus hermanos que siempre le echaban una mano, genios como Stan Getz tuvieron sus primeras oportunidades con la Big Band del viejo Jack.

En la mitad de la década de los 40, volvía a triunfar con éxitos en las listas pero el dinero estaba en Hollywood y hacia allá se fue. Teagarden aparece en muchas películas de una de las mejores épocas del Séptimo Arte: Los años 40. Algunos títulos son:

  • Birth of the blues (1941) Víctor Schertzinger

  • So your uncle (1943) Jean Yarbrough

  • Twilight on the prairie (1944)

  • Hi, good lookin (1944) Edward Lilley

También colabora con los dibujos animados de Walter Lantz en un corto en donde un trombonista libra de las ratas a una ciudad, "The Pied Paper of Basin Street" (1944), y en otro en donde un trombonista aparece en un iceberg del Ártico, "Sliphorn King of Polarco" (1945).

Ya en la década de los 50, aparece en otras películas de títulos como "Glory Alley" (1952, Raoul Walsh), ¡aquí junto a su querido amigo Louis Armstrong!, "The Glass Wall" (1953, Maxwell Shane) junto a músicos de la West Coasts como Shorty Rogers, Jimmy Giuffre o Shelly Manne.

Al igual que había ocurrido antes, de nuevo Teagarden grabó sus discos con pequeños conjuntos y con distintos objetivos musicales, mientras seguía dirigiendo su Big Band. Ahora trataba de revitalizar la estética de Nueva Orleans a través del filtro de la modernidad. Colaboraciones con Bud Freeman, Rex Stewart, Ben Webster y Barney Bigard, clásicos de ese estilo N.O. como Jimmie Noone y Zutty Singleton, otra vez con Eddie Condon, Bobby Hackett, Max Kaminsky. También con el clarinetista favorito de La Vieja Ola; Pee Wee Russell, y el batería George Wetling, así como un homenaje a la Creole Jazz Band de King Oliver.

Era lo que más le gustaba a Jack, un enfoque actual del jazz de los años 20, y este revivalismo no le impedía ser más moderno que nadie. Siempre dentro del pequeño grupo: el Combo. J. T Big Eight's.

Es en estos momentos cuando en la vida artística de Jack se vuelve a cruzar Louis Armstrong. La primera vez había sido en 1929, la segunda fue en el concierto patrocinado por la revista 'Esquire' en el Metropolitan Opera House neoyorquino de 1944. Allí tocaron "Basin Street Music", un tema asociado para siempre a la historia de Teagarden; ejemplo de mezcla entre blues tejano y aires mexicanos. Fue una ocasión histórica. Armstrong hacía Scat, Jack cantaba y los dos hicieron unos grandes solos. Se hicieron colegas.

El maestro tejano también quería un combo propio y así realizar las grabaciones bajo su nombre, incluso contando con sus hermanos Norma y Charlie. Una y otra vez grabó junto al gran corneta Bobby Hackett (músico favorito de Miles Davies) y así pudo ensayar la fórmula del dúo de trombones con Abey Lincoln. Experimentar con sonoridades diferentes, como la tuba por ejemplo.

También colabora en otras sesiones con los trompetistas Ruby Braff y Jimmy McParland, y el saxo Bud Freeman. Habría que destacar que Jack siempre estuvo en grupos de formación racial mixta y al lado de geniales jazzmen de raza negra.

La leyenda cuenta que Jack Teagarden tenía parte de sangre india, pero hay otra hipótesis que nos habla de una familia germánica apellidada 'Tiegarten', llegada a los Estados Unidos a mitad del siglo anterior, y que por parte de su madre los orígenes conducían a Pennsylvania, o a los Países Bajos.

A lo largo de algunos meses de 1956 Jack efectuó una rara visita al pasado mediante varias actuaciones con la orquesta de Ben Pollack. Después organizó un grupo con el pianista Earl Hines y viaja a Europa en 1957. Allí esta Cozy Cole, el batería loco. Los tres habían tocado juntos en una de las formaciones All Star de Louis Armstrong y recordaban viejos tiempos juntos. Las cosas habían cambiado pero el estilo de Jack no.

Lo siguiente fue una dilatada gira por el sureste asiático, patrocinadas por el Departamento de Estado. Don Goldie, trompeta, y Don Ewell, pianista, fueron sus compañeros en aquel viaje. En las actuaciones de Tailandia, Camboya y Vietnam las cámaras del Ejército filmaron un valioso testimonio de aquellos conciertos en donde se ve a Jack hablando y riendo con los soldados, como si fuera uno más de ellos.

Septiembre 1958 a Enero de 1959. De vuelta a casa y con el corazón bastante afectado, es llamado por Bobby Hackett para el disco y concierto "Hollywood Bowl Concert".

Julio de 1963. Graba uno de sus últimos vinilos. Se llama "Shades of night". Sus baladas más conocidas son su testamento discográfico tras más de 35 años de carrera jazzística.

En Enero de 1964, Jack Teagarden vuelve a la ciudad de Nueva Orleans para tocar en el Dream Saloon.

Aún estaba convaleciente de una dolencia cardiaca que le había obligado a permanecer durante dos semanas en una clínica. Tenía prescrito reposo absoluto, pero no les hizo caso. El día 15, tras la actuación de la noche anterior, fue hallado muerto en su habitación del Motel Prince. En la mano derecha tenía un abridor y en el suelo estaba, abierta, una botella de cerveza.

Bebedor y fumador empedernido, Jack Teagarden y su último acto resultó significativo al respecto. Como si hiciera real el contenido y la letra de un blues, la clase de música que el trombonista de Texas había preferido para interpretar.

El legado de Jack ha estado oscurecido durante años por otros trombonistas ilustres que acapararon todo el crédito de la crítica. Nombres como Miff Mole, Glenn Miller o Tommy Dorsey en la primera época y J. J. Johnson como influencia de todos los trombonistas modernos.

Big T es atemporal, su estilo no cambió nunca y eso le hizo ser respetado por todos. Jack fue la razón de que el instrumento consiguiera su lugar como solista, no en el fondo de los autobuses.

Desde el crepúsculo de los años 20 hasta el final de la 2ª Guerra Mundial, el jazz vivió en un estado de continuo cambio. En menos de veinte años, se pasó de la tradición de Nueva Orleans a la revolución del Be Bop. Pues bien, el arte de un trombonista llamado Jack Teagarden se mantuvo incólume a lo largo del tiempo.

Utilizó su admiración por el jazz tradicional para caminar hacia el futuro y no para volver atrás. Así se convirtió en uno de los músicos más importantes de toda la historia del jazz. Solo hay que fijarse en la forma en que cogía Jack el trombón para darse cuenta de que tenía algo especial.

Su pinta de boxeador bonachón, su voz tan especial y sus solos de estilo legato (evasivo en las acentuaciones del tempo) y llenos de negritud, te hacen sentir una emoción que no se olvida fácilmente.

En mi cabeza ronda esa frase de Louis Armstrong: "Ese Teagarden es como mi hermano".

LA VIEJA OLA SOUNDS: En busca del Teagarden Sound

  • She's a great girl, 1928. Primeros ejemplos.

  • My Kinda Love, 1929. El acento blues.

  • That's the kind of girl for me, I'm one of God's children!, 1931. N. O. Ramblers. Éxitos vocales

  • Two tickets to Georgia, 1933. Cruce de influencias. De Bix a Pops.

  • Makin Friends, 1929. Con Eddie Condon y cantando blues.

  • I'm sorry I made you cry, 1928. Un clásico al estilo Chicago.

  • That's a serious thing, 1929. Su arreglo más típico.

  • Never had a reason to believe in you, 1929. Su marca de fábrica.

  • Tailspin Blues, 1929. Con Red McKenzie, especialista en instrumentos caseros.

  • Knockin the jug, 1929. Primer dúo con su ídolo y amigo: L. Armstrong.

  • Dinah, 1929. Red Nichols and His 5 Pennies.

  • After you've gone, 1930. Favorita suya.

  • The Sheik of Araby, 1930. Un éxito.

  • On Revival Day, 1930. Recordando su infancia en las iglesias negras.

  • Farewell Blues, 1931. Junto a B. Goodman.

  • Basin St. Blues, 1931. Otro éxito, ahora con Pops.

  • Riverboat Shuffle, 1934. Con A. Rollini.

  • Stars fell on Alabama, 1934. Con su orquesta y mi favorita. Deliciosa.

  • Jeepers Creepers, 1938. Éxito como cantante.

  • Blue Lou / The Blues, 1939. Más éxitos que lo convierten en un triunfador.

  • I gotta right to sing the blues, 1939. Sintonía de su orquesta y Big Band.

  • Blues to the Lonely, 1941. Jack hace tres solos: uno vocal y dos instrumentales.

  • Jack Hits The Road, 1940. Con Bud Freeman.

  • Say it simple, 1947. The J. T Big 8.

  • We called music / Nobody Knows / Aunt Hagars's Blues, 1947. Nuevo rumbo.

  • Rockin Chair / Jack-Armstrong Blues / Fifty Fifty Blues, 1947. Éxitos a Louis Armstrong, su gran amigo.

  • Body and Soul, 1953. Entre la Familia Teagarden.

MIENTRAS VIVA

Mientras viva, Jack Teagarden será uno de esos personajes de los que merezca la pena hablar y oir su música en esas noches en que la luna
nos sonríe.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Césares en Vespa

Los mods nunca mueren. No, quiero decir: nunca mueren, de veras. No era un slogan propagandístico de permanencia subcultural. Cada uno de ellos parece exento de la muerte, casi como el Gnossos Pappadopoulis de la novela "Been down so long it looks like up to me" de Richard Fariña.

Los mods son inmortales, quizás por la razón que explica Gnossos: "Se me ha otorgado la inmunidad porque nunca pierdo mi cool". Es chocante ver a mods danzando al alba, frescos y radiantes tras 36 horas despiertos como búhos y moviendo el esqueleto, especialmente cuando algunos rozan la cuarentena. Tiene que ser gracias al cool. La prueba la tienen en el Festival EuroYeYé, la farra mod-neosixties que se celebró del 1 al 5 de agosto en Gijón. Cuando tipos que pasan seis días al borde de la inanición y más allá de la intoxicación tienen esa pinta de salud... O sea, alguien debería revisar las teorías del envejecimiento.

Los squares del mundo que dejaron de salir de noche tras la boda sufren descomposición facial y alopecia universal, mientras los que viven en el lado salvaje de la existencia mantienen la vejez a raya. Pues los mods son fetos (con perdón) sumergidos, no en formol, sino en vasos de gin tonic y discos de soul raro. Vampiros hedonistas que viven sólo para el ritmo y la velocidad, y que se retiran a sus camas chasqueando los dedos cuando el resto del mundo abre las pestañas. Los mods, como las ratas, nos sobrevivirán. ¿No es maravilloso? Veo un nuevo mundo, que decía Joe Meek.

Pero antes de hablar del EuroYeYé, un apunte histórico: Los mods de los 60's, como fenómeno, eran el "White Negro" del que hablaba Norman Mailer en el ensayo del mismo nombre, el equivalente inglés y blanco del hipster negro americano. Los mods, en cuanto a subcultura de clase obrera de posguerra, nacieron tras los teddy boys, pero compartían poco con éstos. En lugar de tradicionalismo, exhibicionismo tribal, rock'n'roll y violencia, los mods proponían exquisita anonimidad urbana, amor por la más avanzada música negra (y por la negritud, en general) y una completa rebeldía basada en construir mundos secretos, en lugar de mostrarle burdamente el dedo corazón al sistema.

Uno puede imaginarse a los primeros adolescentes mods de inicios de los 60's como un germen, como los niños de "El pueblo de los malditos", un virus teenager dedicado en cuerpo y alma a sus obsesiones y ritos de autoafirmación, negando con trajeada virulencia las convenciones de MundoAdulto y el camino de la procreación.

Como casi todo el mundo sabe, el estilo de los mods acabaría (deformado y descontextualizado) dominando el mundo, sus grupos favoritos conquistando las listas -fueron los primeros en seguir a Rolling Stones y Who- y la masificación gang-osa de lo mod partiéndose los morros contra los rockers en las playas de Margate y Brighton. Un semifinal algo chusco, la verdad, para la subcultura elegante por excelencia.

Obviando la teoría que propone que el equivalente actual de los mods sería cualquier culto underground que amase los trapitos y escuchase la ultimísima música negra (¿Grime, hip hop, dubstep?), otro sector se decanta por rememorar la década en que aquellos nacieron y sus rituales nocturnos con fascinante testarudez. Y de ahí surge el Festival EuroYeYé. Un evento que es una inaudita celebración retro del estilo sixties y la gloriosa música que emergió de aquellos años. Una intensa fiesta de lo mod mutado en culto de fiel revisitación sesentas, como una insólita evolución-involución del movimiento que continúa en activo hasta hoy.

En el YeYé, por supuesto, todo encaja de forma milimétrica, y nada se escapa del apabullante influjo sixties que domina cada uno de los días. Grupos, motos, pantalones, sonidos, peinados, películas... Todo es cosecha 1964-69, llevada hasta un punto de completa demencia perfeccionista; algún día tengo que ir vestido de Ali G, a ver qué pasa. Pero en serio: Los mods bailan y hablan durante cinco días, y las dos cosas las hacen con el fanatismo rayano en la locura del obsesivo. Nada es más importante, nada más interesa. Discutiendo de discos extraños, planeando acciones futuras, camisas por venir, o entrelazando sus piernas en la pista a ritmo de furibundo freakbeat y R&B, el asistente al Ye-Ye tiene en sus ojos el brillo acuoso e ido de la yijad sixties.

Esta concentración de fanatismo sin parangón viene celebrándose desde hace doce años. Fue en 1995 cuando los tres organizadores soltaron al mundo su primera edición, y en 1998 cuando se añadieron al triunvirato los Untouchables, la sociedad mod londinense. Desde entonces han pasado por sus escenarios grupos míticos de los sesenta como The Action, John's Children o Downliners Sect (en diverso estado de conservación) artistas negros tan selectos como Reuben Wilson, Grant Green o la esplendorosa vocalista P.P. Arnold, así como grupos de garaje o R&B actuales, siempre en la línea inmutable del EuroYe-Yé. Este 2007, sin ir más lejos, el YeYé rescataba a Máquina!, el gran grupo catalán de psicodelia progresiva de los sesenta, y también a The Crazy World of Arthur Brown, la banda -bastante One-Hit Wonder- que firmó el célebre "Fire", y cuyo cantante salía a escena con un bizarro casco flamígero (un acto que repitió con desigual efecto en el YeYé, ahora que recuerdo).

La música es la reina en el festival, el centro de la atención, y los rarísimos singles que se pinchan en sus dos pistas -divididas en sonidos negros y blancos- los que despiertan los Aaaahs, Oooohs y Yeeeepas. Y los DJs que los seleccionan también, por supuesto; para la edición actual, un plantel que contaba con el fundador de las pioneras noches northern soul del londinense 100 Club, Ady Croasdell. Un señor tan mítico y con la maleta tan llena de acetatos y vinilos jamás publicados que el resto de mortales solo podemos escuchar y gimotear alrededor de su cabina cada vez que pincha.

Pero todo esto a la prensa local no le importa especialmente. No, lo que enloquece a reporteros y curiosos durante los días del festival son las Vespas y Lambrettas. Esos pasteles de boda con ruedas, esos muebles rococó móviles, esas catedrales churriguerescas que mods y scooteristas montan con orgullo de caballeros medievales por las calles de Gijón, provocando coronarias y accidentes de tráfico. La Scootercruzada (así se llama la concentración de scooters del YeYé; los organizadores tienen sentido del humor) ofrece exhibiciones, competiciones variadas y salidas a pueblos colindantes para todos los amantes de los "secadores de pelo" (como, recuerden, se las denominaba peyorativamente en el film Quadrophenia). También reparte premios a -entre otros- Mejor Lambretta, Mejor Vespa, Scooter Más Lejana, McGyver (la más llena de marranaditas y gadgets) y Scutre (sobran palabras).

Al final, tras tanto danzar, tanto chicle, tanto parloteo y tanto ir de arriba para abajo en motocicleta, los exhaustos EuroYeYeros dejan obligatoriamente tras de sí y en sus propios cuerpos -como apuntó uno de los poetas beodos e insomnes que suelen poblar el festival- "una catedral de escombros". Pero ya lo dijimos: escombros cesáreos y elegantemente bien conservados. Y que sea por toda la inmortalidad.

Kiko Amat

La dalia blanca

"Cuando trabajé con Julie London, me sentí culpable de aceptar el cheque". Jimmy Rowles, arreglista

Los solitarios están más solos.
Los deseados son mejor amados.
Los amargados se hunden aún más.
Los que están en paz encuentran la serenidad.
Las horas mágicas intensifican el ambiente en el cual la alegría o la tristeza llegan a su punto culminante. Y los más afortunados son aquellos para los cuales el gran instante cristaliza hacia la eternidad. Tan maravilloso como no hablar de las promesas guardadas alrededor de la medianoche.

"NO TENGO VOZ EN ABSOLUTO, SABES? SOLO SOY UNA ESTILISTA, PORQUE UNA CANTANTE DE VERDAD LO SABE TODO ACERCA DEL MANTENIMIENTO DE LAS NOTAS O DEL CONTROL DE LA RESPIRACIÓN. YO SOLO TENGO UN CHORRITO DE VOZ Y POR ESO HE DE ACERCARME TANTO AL MICRÓFONO, PERO ES UNA VOZ LLENA DE HUMO QUE DE INMEDIATO SUENA ÍNTIMA."
Julie London, revista Life, 1957
Julie London

Ella era Julie London, la vocalista más representativa de aquella California de los años 50 tan mitificada por el Hollywood Dorado.

Nacida un 26 de Septiembre de 1926 como Julie Peck en Santa Rosa (California). Venía de una familia de actores del Vodevil y ya hizo sus primeras pasos en Hollywood protagonizando títulos del Séptimo Arte como: "Task Force" (1949) de Delmer Daves o "The Fatman" (1950) de William Castle, así como algún western que rozaba la Serie B.
Los años 50 eran así; una época en que el showman, cantante y pianista, productor y compositor Bobby Troup, enamorado locamente de Julie, le compuso el tema: "Meaning of The Blues" que, insertada en la banda sonora de una especie de remake de "Ciudadano Kane" llamado "The Great Man" (1956) dirigida por Jose Ferrer, desemboca en un álbum concepto, y tiempo después, en un matrimonio duradero. El segundo para Julie, una mujer de rompe y rasga que antes estuvo casada con el actor Jack Webb.

Espoleada por Bobby Troup, Julie London grabó un famoso tema de Arthur Hamilton: "Cry me a River", que fue un gran éxito en todo el mundo. Tres millones de ventas: "Julie is her name", 1957 en Liberty Records, la convirtieron en un emblema de la era de las Pin Up; una chica de calendario.

Su look, con aquella cabellera pelirroja, sus curvas irresistibles, su simpatía y, sobretodas las cosas: Su Voz. Sensual, susurrante, arrastrando las notas como nadie hacía, hablándote al oído. Eran sus señas de identidad, pero por encima del alto voltaje erótico que se reflejaba en las portadas de sus vinilos y de títulos explícitos siempre destaca la voz.

"MAKE LOVE TO ME", 1957
"YOU NUMBER, PLEASE", 1959
"AROUND MIDNIGHT", 1959
"NICE GIRLS DON'T STAY FOR BREAKFAST", 1967

La extensa obra de Julie London significa el triunfo del talento interpretativo sobre los recursos naturales.

Grabó una treintena de maravillosos discos siempre para el mismo sello: Liberty. Entre ellos destaca el Lp "About The Blues", 1957 en donde Julie asimila el ritmo de los 12 compases al formato de las torch songs y es producida por su enamorado Bobby Troup. Por cierto, otro gran cantante cool a descubrir. Este lp tiene el toque de Russ García, arreglista y director de orquesta poco conocido, que bascula entre el sonido de las Big Bands de Count Basie ("Blues in The Night") y las bandas sonoras de cine negro ("Get set for the Blues"), lo que sublima el equilibrio entre standards pasados ("I gotta right to sing the Blues" o "Invitation to the Blues") y futuros clásicos como el ya citado "Cry me a River".
Julie is her name

No hay que olvidar que Julie siempre estuvo rodeada de los mejores músicos y los mejores compositores. Barney Kessel, Ray Leatherwood, Andre Previn.

Uno de mis favoritos de estos vinilos gloriosos de Julie London es el "Around Midnight", 1960, con los arreglos de Dick Reynolds. Nocturnidad y alevosía. Julie consigue con su voz que uno desee que la noche dure para siempre. Su fraseo invita a la intimidad. Dry Martinis y una hoguera crepitando... Buena Compañía y seguridad... ¿Tal vez peligro? Una Dalia Blanca en la cama y el resto no importa.

JULIE LONDON 1926-2000

OTROS DISCOS DE JULIE

LONELY GIRL
JULIE
LONDON BY NIGHT
SING ME AN OLD SONG
JULIE AT HOME
THE BEST OF JULIE
SOPHISTICATED GIRL
CALENDAR GIRL
ALL THROUGH THE NIGHT
SOPHISTICATED LADY

Luciano Emmer y La Vieja Ola

Mi amor por el Cine Italiano viene de años atrás, cuando me di cuenta de la libertad que destilaban esas imágenes, imágenes de la realidad que no encontraba en otras cinematografías...

Eran las vicisitudes de la gente corriente que el cineasta Luciano Emmery otros, plasmaron en sus películas de los años 50 y 60.
Aburrido, Emmer dejó el cine tras rodar "La Ragazza in Vetrina"(1960), porque cuando llegó el bienestar a Italia después de guerras y posguerras cruentas, la gente se volvió mediocre y no valía la pena rodar... Según Emmer, no quería plasmar la vida de esa nueva sociedad que había surgido de las cenizas de la posguerra.

Luciano Emmer empezó como documentalista y esto se nota en sus pocas películas... Debutó como director con "Domenica d'agosto"(1950) y a través de la década dirigió también "Camilla"y la más conocida "Le Ragazze di Piazza di Spagna", con una bellísima Lucía Boséy esa famosa escalera siendo testigo de historias de todo tipo.

Otra causa para el pesimismo de Emmer y razón importante para que dejara el cine fue la censura. El productor de "La Ragazza in Vetrina", asustado por su contenido y su posible no exhibición, recortó varias escenas que se perdieron... La película hablaba de la miserable vida de los inmigrantes italianos y de la prostitución en los Paises Bajos.

Emmer fue un gran observador. Minucioso y tomándole afecto a los personajes. Desde las clases más bajas a la alta sociedad, retrató la vida popular pequeño burguesa de los años 50.

Cuando el cineasta italiano dejó el cine, volvió a lo que más le gustaba: El Documental... y así entró en el mundo de la televisión y de la publicidad. Fueron 40 años de conocer a personas y acumular sus historias en su cabeza... Siempre con la idea de contarlas... y así, Emmer volvió porque quería ponerlas en imágenes.

Hace unos pocos años, el maestro italiano volvió a rodar otra pelicula: "Una lunga lunga lunga notte d'amore"(Años 90), seis historias de amor, encuentros, pasiones y abandonos... Energías renovadas del autor italiano menos conocido de la Edad de Oro del Cine Italiano. Emmer tiene ganas de contarnos historias, una racha creadora basada esencialmente en historias de mujeres... y por nuevos proyectos no será para el veterano cineasta.

Hace unos meses pude ver la versión íntegra de "La Ragazza in Vetrina" y fue emocionante comprobar la maestría en contar historias diarias y convertirlas en algo especial... Los Héroes de cada día... Emmer se apunta a eso de... El bienestar trae mediocridad... La realidad se ha vuelto plana y mediocre, pero los sueños de la gente normal no han desaparecido...

Muchas veces pensamos que el Séptimo Arte son explosiones y fuegos artificiales!!! El Gran Espectáculo!!! Vale... también lo acepto, pero Luciano Emmer me enseñó y me ayudó a comprender que Cinematografía es retratar las alegrías y las tristezas de la gente... esa gente con la que nos cruzamos todos los días por cualquier calle.

Paseando por las calles de Barcelona me siento un personaje de sus películas, tan marcados por el destino... Me llevé una alegría al ver los carteles de la Filmoteca... me traen recuerdos... Y la gente sale de ver una película de Luciano Emmer con el silencio y una sonrisa como compañeros... Me fijo en una foto de una chica; es Marie Trintignanty vuelvo a la realidad... Estoy seguro que detalles así le hubieran encantado al Maestro de la Vieja Ola...

Bajo la calle hasta la pensión y voy pensando en mañana...

Gracias Luciano... La Vieja Ola te quiere.

Este artículo fue escrito a través de los años... desde Barcelona y el sur de la isla de Tenerife 2001-2004

Capítulo 1

El Buitre era un mod madrileño. Todos los domingos iba a la sala Carolina y adelgazaba varios kilos bailando. Se llevaba el polvo de talco que le robaba a la abuela, y nada más llegar a la sala, lo esparcía por el suelo. Perfecto para bailar.

Aquella tarde tocaban Los Elegantes y el local estaba a reventar. Había venido gente de todos los barrios de la ciudad y de otros puntos de España. Algunos habían visto la famosa película, otros habían viajado a Londres y venían con la urgencia del punk o la diversidad social y hedonista de los skatalíticos o rude boys.

Las chaquetas de tres botones con varias chapitas, las corbatas estrechas de topos, la moto, pantalones estrechos y viéndose los calcetines blancos.

Éramos muchos. Éramos más que otros. Más que cualquier otro movimiento juvenil y cultural. Estábamos orgullosos de que los rockers, también los teddy's, salieran corriendo al vernos. Si no se iba a armar y buena, recordando a las playas inglesas.

Teníamos locales donde elegir. Locales como el Fantasy o Le Carrousele, bares como el ya famoso Quadrophenia o El Gato eran los lugares donde quedar los fines de semana. También la sala Star o la sala Morasol, en donde todos los domingos había conciertos para nosotros.

Tengo un recuerdo fantástico de aquellas salas. Recuerdo aquellas tardes y a toda aquella gente con mucho cariño. Aquel 7º Villa de Madrid en la sala La Fiesta, cuando el grupo mod madrileño llamado Los Escándalos quedó finalista y se armó una fiesta tremenda. Tampoco me olvido de otros grupos como Pánico Speed, cuyo nombre aparecía en todas las estaciones de metro... de los Ejecutivos Agresivos, que luego se harían famosos en otras formaciones, los poco recordados Ella y Los Neumáticos con la rubia Cristina, Los Flequillos, Los Inquietos, Smart Dress... y sin olvidar a los barceloneses Telegrama, Los Canguros o Los Interrogantes, y los famosos Brighton 64.

Aquellas geniales sesiones en La Cova del Drac de Ricky y Harmónica Zumel... Los Blues Explosions... Solo cito los que me vienen a la memoria... Seguro que tú te acuerdas de algunos más. Éramos los mejores y aún seguimos siéndolo, pero no me gusta recordar con nostalgia, sino para no olvidarlo.

La última vez que vi a El Buitre, fue en la puerta del Rock Ola, en una de las muchas tardes mods que organizaban los dueños. Sabían que bebíamos cerveza como locos para que subieran las pastillas. Y que llenábamos la pista para bailar o escuchar los conciertos.

El Buitre dejó de ser mod, como muchos otros pero también hubo otros muchos que no lo dejaron y que, hoy en día, siguen ahí... en la escena. Sin olvidar aquellos días de velocidad, de largas conversaciones de dexedrina bajo la lluvia en un parque de la ciudad. Sin olvidar que todo esto se lleva dentro de un corazón que late acelerado.